abuelos



Abuelos

“Nadie puede hacer por los niños lo que hacen los abuelos: Salpican una especie de polvo de estrellas sobre sus vidas”
Alex Haley
           
            Existen momentos en la vida donde uno se da cuenta del paso del tiempo y sus consecuencias.
            Hace un tiempo visité un hogar de ancianos junto a un grupo de jóvenes voluntarios. Allí suceden cosas increíbles y divertidas, y otras no tanto. En el escenario que se presenta en este hogar puedes encontrar abuelos muy divertidos, que buscan hablar de sus anécdotas y de sus amoríos dentro de ese lugar, como también la triste historia de abuelitos que no pueden movilizarse y dependen de otros, como aquellos que ya no pueden ver u oír a sus nietos. Los abuelos nos marcan a fuego y verlos al borde en el final de su vida me producen un nudo en la garganta, pero también me permiten reflexionar sobre nosotros. Tú y yo, que aún caminamos, vemos y oímos. Tú y yo, que todavía dependemos de nosotros mismos hasta para orinar.
            En medio de la visita apareció uno de los doctores más reconocidos de mi ciudad. Él fue por décadas un reconocido y respetado psicólogo y psiquiatra.  Estaba mirando a la nada, perdido por causa del su enfermedad del Alzheimer. Como algunos dicen “el alemán (la enfermedad) no hace distinción de personas” y en el caso del doctor era evidente. Por años ha sido una de las mentes más brillantes y admiradas por los círculos académicos, pero también por sus vecinos. Parecía que esperaba a alguien. Como un niño que espera a su padre cuando llega del trabajo. Con la esperanza que traiga algo para él. Parece que está a punto de saltar de su sillón a la espera de alguien. Fue entonces, cuando el timbre del hogar sonó. Eso fue como un timbre de recreo escolar, le sacó una sonrisa y sus ojos brillaron. Sería liberado de ese mundo al cual no pertenecía, pero sin embargo tenía que estar porque nadie podía ocuparse de él, aunque él se ocupó de muchos.
            Abrieron la puerta de metal frío y con el rayo de luz exterior entró su hijo. Quien le dijo “Vamos papá”. Su padre, ahora hijo, le contesto con una pregunta típica de niño dependiente: “¿A dónde vamos”? “A pasear papi, vamos a pasear”. El niño padre contestó “¿A dónde vamos a ir?”. La calidez de ese encuentro me hizo dar cuenta que este viejo había invertido en otros y que esta salida era un devolución más que un favor.
            Hace unas horas falleció la abuela de uno de mis amigos. Él me dijo unas palabras sobre su abuela que no creo poder olvidar: “la marca de amor que ha dejado mi abuela en mí nunca se borrará”. Cuando somos jóvenes vemos como nuestros abuelos cierran un capítulo de sus vidas. Sin embargo, ellos han sido responsables de gran parte de nuestro crecimiento como personas. Ahora es tiempo de devolverles lo que ellos han invertido en nosotros. Aunque ellos nunca lo hicieron para que le devolvamos algo. Lo hicieron por el puro placer de amarnos y vernos crecer. Ahora son ellos los que nos necesitan y quizás por placer, o no, es nuestro deber amarlos. Porque son como niños y nos necesitan. Abuelos que se vuelven niños y que desean vivir nuevamente su infancia.
            Un estudio sobre el maltrato en personas mayores y altamente dependientes[1] han determinado que el principal tipo de maltrato que reciben este tipo de personas es la negligencia, seguidos del abandono, el abuso psicológico, la explotación financiera, el abuso físico y el abuso sexual. Los abuelos son parte de la sociedad menos cuidada, junto con los niños. Estas estadísticas han sido forjadas por ti y por mi. Cuando abandonamos a nuestros abuelos negamos nuestro pasado, o infancia e hipotecamos nuestro fututo. “El tonto escupe al cielo y es víctima de su propia saliva”. Quizás deba o debamos cambiar las cosas y comenzar a ser la voz de aquellos que están jugando en la plaza o en algún hogar de ancianos de la ciudad.
            “¿A dónde vamos?” Es la pregunta que sigue sonando en mis oídos y lo que más me preocupa es ¿hacia donde llevamos a aquellos que han invertido en nosotros llevándonos a la plaza para disfrutar de nuestra infancia? No nos olvidemos de aquellos que invirtieron en nosotros para entretenernos en una de las etapas más lindas de la vida.

Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías. Pero te aseguro que, cuando seas viejo, extenderás los brazos y otra persona te vestirá y te llevará a donde no quieras ir.
                                                                                  Juan, el discípulo más joven de Jesús.



Recomendaciones para acompañar a nuestros abuelos

-No fomentar el "viejismo", es decir, no decirles "no cocines porque estás viejita", sino por el contrario, motivarlos a que se mantengan activos a través del ejercicio o algún hobbie.
-Verificar su estado de salud con un especialista e identificar si sufren demencia o Alzheimer.
-Llegar a un acuerdo entre los hijos para turnarse y visitarlos en casa. Si es necesario llevarlos a vivir a otro lado, llevar gran parte de sus pertenencias para evitarles una depresión.
-Designar un cuidador y procurar que no sea la misma persona todo el tiempo para evitar un colapso.
-Al llevarlo a una residencia o centro de día, verificar la limpieza del lugar, la atención y la cantidad de inquilinos.
-Ya sea en casa o en un centro geriátrico, visitar a los abuelos constantemente para que no se sientan olvidados.


Nota legendaria
Gian Lorenzo Bernini entre 1618 y 1619 realizó la estatua de Eneas, Anquises y Ascanio. En ella quiso revivir una de las epopeyas más gloriosas de la mitología griega.
            Eneas era uno de los héroes de la guerra de Troya, destruida por los griegos (o los reinos que constituían las tierras griegas). Él había peleado junto al gran Héctor en contra de héroes como Aquiles y Ajax. Sin embargo, había sobrevivido y tenía como misión reconstruir Troya.
            En la desesperada huida de la tierra de Troya Eneas no olvidó de llevar a su padre Anquises. Ciego y sin posibilidades de vida, el viejo fue cargado en los hombros de su hijo. Así le salvó la vida.
Esto muestra la importancia de nuestros abuelos, que son tesoros de nuestro pasado, de nuestra infancia. La leyenda dice que Eneas habría fundado nuevamente la gloriosa Troya y el nuevo imperio se llamó Roma.
            Nuestra historia no puede ser forjada si nos olvidamos de aquellos que nos acompañaron en el pasado y que hoy, quizás debamos llevar sobre nuestro hombros.


[1] Mag. Claudia Sirlin, Violencia, maltrato y abuso en la vejez: Una realidad oculta, una cuestión de derechos, 2008.


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