Amistad, una historia en común
Amistad
El que busca un amigo sin
defectos se queda sin amigos.
Proverbio
turco
En una de
las numerosas trincheras cavadas durante la Primera Guerra Mundial, ubicada en
la frontera caliente entre Francia y Alemania, un soldado expresó a su
teniente:
-¡Mi amigo no ha regresado del campo de batalla,
señor! ¡Solicito permiso para ir a buscarlo, señor!
-¡Permiso denegado! – replicó el oficial- ¡No quiero
que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente haya muerto!
El
soldado, haciendo caso omiso de su prohibición, salió y regresó una hora más
tarde, gravemente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
-¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame: ¿merecía la
pena ir allá y poner en juego su vida para traer un cadáver?
Y el
soldado, jadeando, a punto de desmayarse, con lágrimas en los ojos, respondió:
-¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía
estaba vivo y pudo susurrarme al oído: ¡Estaba seguro de que vendrías![1]
Tener
una amistad es la esperanza de que alguien venga por ti en los momentos donde
ya nada podemos hacer. Un amigo
es quien te va a buscar o quien te espera. Nos llena de vida, saber que alguien
nos ama, estemos en la situación que estemos. La amistad es la construcción de
una historia en común. Adán, Eva y Dios fueron los primeros amigos de
la humanidad. Su relación no estaba establecida por conveniencia, sino que
disfrutaban de una relación despojada totalmente de dobles intereses. Como
alguien dijo alguna vez, los amigos son hermanos que se eligen. Elegimos a
nuestros amigos, pero ellos también nos eligen a nosotros. En una relación de
amistad, uno puede ser quién realmente es, sin ocultar nada.
La
amistad debe tener algunos componentes esenciales para que sobreviva a
circunstancias, peleas, diferencias y distancias:
- Amor
incondicional: la
definición de amor es “sin muerte” (a- sin, mortis- muerte) e
incondicional significa sin condición.
Agustín,
mi hijo, tenía un amigo, que se llama Juancito. Juan, tenía la capacidad de
torturarlo con una frase: “Si no juegas conmigo, nunca más seré tu amigo”.
Agustín rompía en llanto cada vez que escuchaba esta oración condicional. El
amor incondicional no espera nada a cambio: “Si no juegas conmigo, sigues
siendo mi mejor amigo”. La amistad debe cultivarse dentro de un
marco de amor mutuo e
incondicional. Los amigos deben cuidar de amar al otro como desean ser
amados; y aún ir más allá.
Recuerdo un episodio de la vida de tres hermanos, que
vivían en la ciudad de Betania, cerca de Jerusalén. Ellos eran muy buenos
amigos de Jesús. Disfrutaban de estar juntos cada vez que se veían. En las
horas que disfrutaban juntos, perdían la noción del tiempo. Porque cuando la
pasamos bien, el tiempo no importa. Cuando estamos con buenos amigos, todo lo
demás es accesorio.
María,
Marta y Lázaro eran tres hermanos de una vieja ciudad llamada Betania. Un día,
Lázaro enfermó de gravedad. Parecía una simple fiebre, con el tiempo, la
infección se extendió por su cuerpo y lo llevó a la muerte. La gran tristeza
(como me gusta llamar a la muerte) llegó a la casa de estos amigos. Y cuando
llega la muerte, necesitamos amor (sin muerte). Un amor que nos abrace, que nos
acompañe en el dolor, en el llanto, en los momentos donde extrañamos a esa
persona, que es parte de nuestra misma historia, que ha caminado junto a
nosotros por mucho tiempo.
En
aquel país existía una costumbre muy interesante. Cuando alguien moría, sus
amigos y conocidos, acompañaban durante siete días a los familiares que estaban
de luto. Se la llamaba: “sentar shivá”
que significa sentarse al lado del que
tiene dolor. Al llegar Jesús al funeral, realizó esta costumbre, pero no
por obligación, sino porque entendía el dolor de sus amigas. Lázaro era muy
importante para ellos. Necesitaban llorar. Los registros históricos nos dicen
que, en esta escena, Jesús lloró.
Lloramos
con nuestros amigos. Reímos con nuestros amigos. Dos caras de una misma moneda
llamada amistad. Donde reina el amor, allí hay amistad. Un viejo mandato hebreo decía que
era misión del amigo llorar con los que lloran y reír con los que ríen.
“Sentar shiva” en nuestras relaciones
de amistad.
- Respeto: leamos esta historia de Anthony De Mello...
El gurú, que se hallaba meditando en su
cueva del Himalaya, abrió los ojos y descubrió, sentado frente a él, a un
inesperado visitante: el abad de un célebre monasterio.
“¿Qué deseas?”, le preguntó el
gurú.
El
monje le contó una triste historia. En otro tiempo, su monasterio había sido
famoso en todo el mundo occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes
novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de sus monjes.
Pero
habían llegado malos tiempos: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar
su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia se
hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y
rutinariamente sus obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo siguiente:
“¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?”
“Sí”, respondió el gurú, “un
pecado de ignorancia”.
“¿Y qué pecado puede ser ése?”
“Uno de vosotros es Jesús
disfrazado, y vosotros no lo sabéis”. Y , dicho esto, el guru cerró sus ojos y
volvió a su meditación.
Durante
el penoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se
desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la
tierra y había ido a parar justamente en su monasterio. ¿Cómo no había sido él
capaz de reconocerle? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero ? ¿El
hermano sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano prior?
¡No, él no! Por desgracia, él
tenía demasiados defectos...
Pero
resulta que el gurú había hablado de un Mesías “disfrazado”... ¿No serían
aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio
tenían defectos... ¡y uno de ellos tenía que ser el Mesías!
Cuando
llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado.
Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿el Mesías... aquí? ¡Increíble!
Claro que, si estaba disfrazado... entonces, tal vez... ¿Podría ser Fulano...?
¿O Mengano, o...?
Una
cosa era cierta: si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que
pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y
consideración.
“Nunca se sabe”, pensaba cada
cual para sí cuando trataba con otro monje, “tal vez sea éste...”
El
resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo
desbordante. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser
admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de
los monjes, radiantes del espíritu de Amor.
Ser
irrespetuoso con el otro, es un pecado de ignorancia. Cuando observo al otro y
entiendo que, más allá de las diferencias que podemos tener, más allá de las
opiniones, más allá de la religión o de la cultura, tiene valor como ser
humano. Cuando lo reconozco distinto, como un valor agregado a mi vida, y no
como una amenaza, comprendo lo que significa el respeto.
El
respeto entre amigos, se da cuando valoramos al otro como mi hermano, con sus
luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores. El respeto nos mantiene
cercanos.
3. Compromiso:
esta palabra tiene una riqueza increíble. Cuando los romanos la inventaron fue
para darle nombre al contrato entre dos personas. En el caso de situaciones
judiciales, ambos se com (prefijo:
compañía, junto a), pro (prefijo:
hacia, en pos de) y miso (misión en
el castellano). Es decir, el compromiso
era estar juntos en pro de una misión. Ambos sujetos, estaban involucrados
en el contrato.
Durante
un tiempo cuidaba jardines. Era mi oficio obligado, ya que debía pagar mis
estudios en la universidad. Cada mañana iba en bicicleta a mi trabajo, donde
regaba las plantas y preparaba los plantines para ser transplantados en
jardines. En el vivero, vivía una anciana. La llamaban Baba, por el sonido de
la palabra “abuela”, en ruso. Tenía una abundante y larga cabellera blanca.
Muchas veces, se aparecía de improvisto detrás de un arbusto y realmente, me
asustaba. Era una buena señora, pero no le deseo a nadie que se le aparezca de
esa manera.
Volviendo
a mi labor de jardinero: por algunos días tuve problemas para ir a regar. Como
consecuencia, los plantines no estaban preparados para ser transplantados. No
estaban fuertes como para seguir creciendo en otra tierra, morirían en poco
tiempo
La
amistad es como una planta. Necesita que se la atienda. El cultivo de nuestra
amistad permite que se haga fuerte y que pueda sobreponerse a cualquier
distancia temporal o espacial. Este proceso se logra, cuando los involucrados
en la relación de amistad la cuidan por igual.
Un
hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de
un enorme árbol, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no
se dio cuenta de que había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus
dos animales; a veces, los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser
conscientes de su nueva condición...
La
carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte, estaban sudados
y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de
mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro
de la cual había una fuente de donde manaba un agua cristalina. El caminante se
dirigió al hombre que custodiaba la entrada.
- Buenos días.
- Buenos días - respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el cielo.
- Que bien que hayamos llegado al cielo, porque
estábamos sedientos.
- Usted puede entrar y beber tanta agua como
quiera - Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed....
- Lo siento mucho -dijo el guardián-. Pero no se
permite la entrada con animales.
El
hombre se llevó un gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no
pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de
caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya
entrada estaba marcada con una puertecita vieja que daba a un camino de tierra
rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado,
con la cabeza cubierta por un sombrero; posiblemente dormía.
- Buenos días - dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed: mi caballo, mi perro y yo.
- Hay una fuente entre aquellas rocas - dijo el hombre
indicando el lugar -. Podéis beber tanta agua como queráis.
El hombre, el caballo y su perro fueron a la
fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al
hombre.
- Podéis volver cuando queráis, - le respondió.
- A propósito, ¿cómo se llama este lugar?
- Cielo.
- ¿El Cielo? ¡Pero si el guardián de la puerta de
mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo, era el Infierno.
El caminante quedó perplejo.
- ¡Deberías prohibir que utilicen vuestro nombre!
¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones!
- ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran
favor. Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus
mejores amigos...[2]
Los
amigos tienen un compromiso mutuo. Dejar ese compromiso significaría dejar
de regar las raíces hasta que se muera.
Amor,
respeto y compromiso, tres ingredientes esenciales de la amistad verdadera. Cuando
tengo una sana perspectiva de mí mismo, puedo tratar al otro con amor, respeto y
compromiso.
Como cierre, pensemos juntos en los Diez
Mandamientos de la amistad:
Decálogo de la Amistad[3]
- La amistad es
confianza. Es la convicción de que eres importante para
el otro, que el otro te necesita, que puedes darle algo y que al dárselo
no te empobreces.
- La amistad se
desarrolla lentamente. No puede crearse en
un instante. Requiere tacto, prudencia y cuidado. No puede forzarse.
- La amistad es
paciente. Se basa en el lento desarrollo de una
complementariedad de intereses, puntos de vista y compromisos.
- La amistad no es
competitiva. Un amigo no necesita sobrepasar al otro ni
teme ser sobrepasado por él.
- La amistad permanece
abierta. Siempre puede crecer más. Nunca es perfecta
ni completa.
- La amistad es
expansiva. No se cierra en una comunidad de dos,
posesiva y destructora de la personalidad. Se abre a los demás.
- La amistad es flexible. No está siempre en guardia. Los amigos se ofrecen mutuamente
alegría y espontaneidad.
- La amistad es
sincera. El amigo es capaz de decir y de escuchar las
cosas más duras, tanto como las suaves.
- La amistad es
estimulante. Hace al otro confiar en sí mismo hasta poner
en acción lo mejor de sus propias cualidades.
- La amistad es delicada. Todos somos más frágiles de lo que estamos dispuestos a admitir,
también el amigo lo es.
.
[1]
Adaptación – Autor desconocido. Citado en Cuentos
para ser humano de Luis B. Benavides, Editorial SB.
[2]
Extracto del libro El demonio y la
señorita Prym de Paulo Coelho.
[3] Martínez, Ana María; Valores de 10 en 10.
Paulinas, Buenos Aires, 2006.
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