Estigmas hacia la familia
En varias
comunidades, he observado que ciertas familias se imponen como modelos y se
autoproclaman funcionales. Luego, al encontrarse con una familia que no es como
la suya —sea por estructura o alguna otra característica— le afijan el rótulo disfuncional, generando un estigma. Ya que es la
dinámica familiar la que determina su salud, es un error juzgar la funcionalidad
de la familia simplemente por su estructura; sin embargo, este es uno de los
estigmas más comunes según mi observación profesional y comunitaria.
Tomaré como
ejemplo una iglesia. Allí es posible que se evalúe una familia según categorías
como estar casados en primeras nupcias con la bendición de un ministro
religioso, llegar vírgenes al matrimonio, no tener hijos que vengan de otra
relación, tener familias extendidas con creencias similares y exhibir una
estructura familiar tradicional o nuclear. Fuera de estas categorías, la
familia pierde estatus.
En otra
comunidad, las expectativas serían diferentes. Por ejemplo, en una comunidad
laboral cosmopolita, puede darse que una persona que tiene una familia nuclear,
y que le sea fiel a su cónyuge, sea vista como tonta. Las categorías que
desarrolla cada comunidad sobre las estructuras familiares representan, en
varias ocasiones, una forma particular de autodefenderse de sus propios
defectos.
También
pueden aparecer estigmas sobre otras cosas, como el estatus económico, la
herencia cultural o la raza de una persona. En muchas ocasiones, estos estigmas
destruyen las posibilidades de inclusión social y alejan a las comunidades.
Recuerdo a una alumna que conocí en un colegio religioso de clase media: ella vivía
en un barrio al margen de la ciudad y le daba vergüenza decir donde residía ya
que temía que sus compañeros se burlaran o no la invitaran a sus casas por
temor a que «la villera» les robara.
El estigma
roba el respeto que se merece una persona o una familia. La familia con estigma
se siente continuamente exhibida, desnuda y avergonzada frente a los
«normales». En ocasiones, se puede ver que una familia trata de tapar los
«errores» para protegerse del estigma que le dará la comunidad. Un ejemplo de esto
es en ciertos contextos religiosos o fundamentalistas cuando una joven queda
embarazada fuera del matrimonio e inmediatamente se obliga a la pareja a
casarse. Otro ejemplo es cuando una familia ensamblada ingresa a una comunidad
más amplia, como una iglesia, y se obliga a los hijastros a decirle papá al esposo de su madre, como forma de tapar la
supuesta anomalía. Generalmente, las personas estigmatizadas acceden a los
requerimientos de «los normales» debido a que quieren ser aceptados por los
demás.
Una forma
de imponer estigmas es quitar el rango que se comparte. Por ejemplo, una
familia nuclear puede negarle el estatus de familia a una monoparental por no
lograr las expectativas o categorías que supuestamente se deben cumplir para
alcanzar tal rango. Otras formas son poner nombres peyorativos o despectivos a
los estigmatizados, tal como nombrar con la palabra disfuncional
a las familias que no comparten una conformación clásica de la familia: papá,
mamá e hijos biológicos. Los estigmatizadores también suelen depender de
absolutos como «todos», «siempre» y «nunca». Dicen: «Esa familia nunca saldrá
del pozo económico», «Ellos siempre se están divorciando» o «Todos en esa
familia son ladrones o vagos».
Desde una
mirada integral y una profunda evaluación familiar, podemos afirmar que ninguna
familia sobre la tierra es perfecta. Todas las familias necesitan mejoras. Sin
embargo, esto no significa que la meta es que todos tengan una dinámica
idéntica. Cada familia se lleva en la vida según los desafíos que se le
presentan y los integrantes que la componen. No es lo mismo una familia con un
hijo que una familia con cinco. No es igual la dinámica de una familia que
tiene como única proveedora económica y afectiva a una mamá, que otra familia
con ambos papás y además abuelos y tíos. Además, dos familias con estructuras
idénticas tendrán distintas dinámicas, ya que cada familia es como una ensalada
con una variedad de ingredientes, que son los miembros de la familia, cada uno
con sus rasgos particulares.
En la
familia, no hay una ecuación que funcione para todos: cada familia es distinta,
y hay que usar creatividad para encontrar soluciones que funcionen para cada
familia en particular.
Conclusión
Entender los
cambios que ha vivido la estructura familiar a través de los años nos puede dar
contexto para comprender los desafíos que vivimos en nuestra familia y que
vemos en las familias a nuestro alrededor.
Sea cual
sea la estructura de la familia (tradicional, nuclear, monoparental o
ensamblada), en cualquier situación que pueda haber (adopción, inmigración,
etcétera), podemos ver que la estructura en sí no define si la familia es
«disfuncional» o no. Son más importantes los aspectos de la dinámica entre los
miembros, tales como la flexibilidad, la comprensión mutua, el amor, el
compromiso a largo plazo y el respeto por el desarrollo de cada miembro.
Al hablar
de esto, es importante mencionar que la dinámica no se mantendrá invariable: a
medida que la familia va tomando forma según su estructura y sus integrantes,
las cosas cambiarán con cada suceso esperado o inesperado de la vida. La
mayoría de estos cambios siguen un ciclo de desarrollo normal. Comprender este
ciclo, de la manera como lo explica el siguiente capítulo, puede ayudarnos a
fortalecer nuestra propia familia sin preocuparnos por las crisis previsibles.
Fuente:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdQpfYnYMOPYT9LgOUkMDik9VOOx4yfpkpwnRx7KBDotJ78nhKJsmjF7YIaz8_uc4c6gUvTb3OWlsTpVq8tQTf-_hJJGaZaRsUmr-iUzHSSYDaAcQPCgWG7FZv5f7b3Inbh2VuN9ue3S8/s200/Familogi%25CC%2581a.png)
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